Una cita perfecta

28.07.2019

A veces soy una señora con suerte. A veces elijo, me regodeo y apuesto.  A veces la vida me sorprende y mi apuesta es a ganador. A veces el señor Tinder de turno, sin conocerme de nada, crea para mí una noche mágica y soy feliz fugaz e intensamente.  Aquí una de esas historias.

Le vamos a poner Nicolás. Es un match motivado por los lindos rulos negros y ojos celestes de un gordito de barba simpaticón.  En inicio la conversación fluyó por una serie de diversos temas livianos y divertidos... la conversa se extendió por una semana por lugares comunes y tonterías varias.  

Al cabo de ese tiempo Nico me invitó a "un lugar de mala muerte". Le dije que era mi tipo de lugares y, de verdad, me intrigó la invitación ¿de verdad terminaría en un bar con aserrín en el piso y borrachos tomando pipeño?  Debo decir que mi relativismo cultural me permite cenar en un restaurante cinco tenedores y también comer pernil con ají y vino de caja en un "lugar de mala muerte" por lo que no me preocupaba que en verdad lo fuera, sino que me sorprendía la motivación de Nico por llevarme a este lugar, ya que él no me conocía de nada.

Diversos motivos fueron dilatando la cita, que se concretó pocos días antes que yo me fuera de la ciudad donde habíamos hecho match. Finalmente logramos coincidir y me arreglé sin muchas expectativas.  ¿La razón?  en medio de las coordinaciones Nico me había llamado por teléfono el día anterior y reconocí el habla inequívoca de la gente sin mucha educación (no hablo de educación formal, sino de capital cultural).  Sin embargo, le había dado largas al encuentro (sin querer) y me sentía comprometida luego de semanas de charla y coqueteo.  Además, como ustedes ya saben, la idea es no discriminar y vivir la diversidad humana a través del encuentro de personas que, en condiciones "normales", no conocería.

Nico es unos cuatro años menor, pero por su aspecto (aunque atractivo) aparentaba más edad que la mía.  Sus manos con callos y ásperas mostraban una vida de esfuerzo. En definitiva, un hombre de trabajo, un proletario más en este mundo capitalista, que esa noche sería mi cita tinder.

¿Tendremos de qué hablar? pensaba mientras me subía a su auto (los proletarios en Chile tienen auto). Me contó que manejaba un camión para una gran empresa de retail. Me trataba de señorita y de usted, su modo era más acampado que flaite, lo que agradecí a mis adentros.

Y la verdad es que no teníamos mucho de qué hablar.  Mientras avanzábamos al "lugar de mala muerte" por las calles de la ciudad surgió una conversación poco interesante.  Me di cuenta que él se sentía incómodo y un poco cohibido.  Yo iba con un aspecto sencillo pero de "señora bien" como diría Cerati. Cartera de marca, perfume caro y el modo neutral de cuando se viene conociendo a alguien.  Traté de cambiar el switch y solté un par de garabatos y él se río y relajó.  Tenía una linda sonrisa, lindos ojos y una ternura interior que salía de rato en rato.  Decidí que me tomaría una copa y le diría que tenía que volver temprano a mi casa... pero mantendría la buena actitud para que la cita fuera lo más amable posible.

Y entonces la magia.  El lugar de mala muerte era una especie de peña folklórica donde ese día tocaría una banda de rock emblemática de mi juventud, con un borgoña helado y dulce en su punto, con comida chilena de esa que te hace olvidar que alguna vez ordenaste en restaurantes del mundo alguna preparación rara y gourmet, con cueca y guitarras, con murales y gente amable y cercana que comparte la mesa cuando no queda más sitio con un salud por la inaugurada amistad de una sola noche, con un Nico que sabía bailar y que no me dejó pagar un solo trago.

En este momento tal vez deba explicarme: mi chilenidad se basa en el amor por el folklore y todo lo que ello implica.  Amo la identidad cultural chilena, de la mano de Violeta y Victor y todos los que vinieron después.  Un pie de cueca es mi baile favorito.  No puedo escuchar el ritmo de 6/8 y no empezar a tamborilear encima de la mesa al ritmo del un dos, un dos, un dos. Nico no sabía nada de esto, pero -según me dijo- suponía que mi corazón rojo y a la izquierda harían que el lugar fuera de mi agrado.

Comimos y bebimos como buenos y la música era perfecta y entre vuelta y vuelta de algún merengue de antaño Nico me besó al pasar... y por supuesto ya se había ganado mi corazón, así que cuando me pidió (por favorcito) si podía pasar el resto de la noche con él en un motel obviamente le tenía que decir que sí.

Y resultó que Nico era enérgico y entusiasta y estaba fascinado con mi perfume y mi pinta de "señora bien".  Y resulta que éramos un match increíble y tiramos riquísimo durante algunas horas antes de dormirnos abrazados y contentos. No fue necesaria ninguna conversación sesuda entre él y yo para llegar a este buen resultado.

Esa noche al mirarme de reojo en los grandes espejos del motel ochentero (que Nico pagó con un "por favor, soy a la antigua" rechazando mis billetes como había hecho toda la noche) el peor miedo de mis años adultos se desvaneció por encanto.  El reflejo me mostró a una cuarentona gorda, sí, pero atractiva, sexy y gozadora.  Una gordita cuarentona viviendo y haciendo vivir.  Un cuerpo lindo a mis ojos, a pesar de las estrías y los rollos. Y de pronto me pareció que todo era perfecto y estaba en el lugar donde tenía que estar.

Y yo creo que Nico estaba de acuerdo, porque el quickly de la mañana siguiente estuvo lleno de besos por todo mi cuerpo... cómo explicarlo.... con devoción ¿lo han sentido últimamente? altamente recomendable para la felicidad y la autoestima.

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