Pelado de barba: fetiche cumplido!!
No sé de dónde viene mi fijación con los pelados de barba, pero me gustan mucho, mucho de verdad. Sin embargo, no fue hasta que empecé a usar Tinder que me di cuenta de ello. De los que han pasado por mi vida uno solo se lleva el título del mejor de los mejores... y con repetición.
Le di like porque tenía una descripción interesante y me intrigó una cosa: "leo el tarot"... ¿sería verdad? La foto de entrada estaba fea, pero al seguir mirando resultó que había una barba cuidada, lindos ojos y una pose general que me pareció atractiva. Deslicé a la derecha sin suerte. Decepción total, pensé, usualmente el pelado de barba salta match inmediatamente.
A la mañana siguiente me apareció el match con él (lo vamos a llamar Francisco). Me saludó al pasar y me preguntó rápidamente si quería salir por ahí para conocernos. Nunca un señor o chico tinder había sido tan directo en tan poco tiempo, cosa que me sorprendió y alarmó, pero su propuesta era a un lugar público y dicha de un modo tan natural que dije "sí, podría ser" y le di mi número de celular para coordinar por otra vía la cita del día siguiente.
"Agregada" dijo por WhatsApp y no volvimos a cruzar palabra. Ese día más tarde un músico frustrado, ingeniero y padre de dos nenes inició una conversación entretenida y me pidió que me arrancara a almorzar con él para poder continuar la charla tan interesante que habíamos hilvanado en poco más de 30 minutos.
"No puedo" le dije "ya tengo planes para el almuerzo, pero ¿por qué no mañana?" "Perfecto", me dijo, y me olvidé del tema. Esa noche, al ir a dormir, de pronto caí en cuenta que había hecho dos citas para el mismo día. "Cancela al que menos te guste" me dijo mi hermana "no me gusta ninguno de los dos aún" le respondí y ella me devolvió una mirada de desconcierto... "entonces ¿a qué vas a ir?".
La miré con comprensión: el mundo Tinder es desconocido para ella. No es hasta el encuentro cara a cara que se sabe si hay posibilidad o no. La conversación en cuerpo presente permite dilucidar la química, lo común, lo diferente, la postura frente a la cita y las expectativas concretas del match.
Ese día tenía una reunión por Skype y me olvidé del doblete. De pronto me acordé que tenía dos citas pendientes de confirmar. Abrí mi teléfono y el músico frustrado había permanecido en silencio (y no era un pelado de barba), pero tenía mensajes de Francisco. Así que fue el destino que me puso en su camino (como dice la canción) y le pregunté si la invitación seguía en pie, pues ya había solucionado mis asuntos.
Contestó al poco rato: ¿vinito o café? y su pregunta me alegró. El chico Tinder había leído y recordaba mi descripción de perfil: "vino, música y café sin complicaciones". Una frase sencilla que resume al buen entendedor lo que busco, esto es, buena conversación y sexo sin compromiso.
Vinito, respondí, y él me escribió el nombre del wine bar en el que nos encontraríamos unas horas más tarde. Debo decir que ese día no me arreglé mucho. No iba con intención de tirar (tan es así que ni condones llevaba). Una cita sin ninguna expectativa ¿por qué será que se convierten en las mejores?
Pedimos la primera botella. Cuando se acabó ya éramos amigos. Al final de la segunda me dijo "no me quiero ir a mi casa todavía" y yo le respondí "tu casa , si es que se puede, me parece la mejor opción". Él me miró con cara de entender y corrigió "claro que se puede".
Salimos a la helada noche capitalina y Francisco opinó que era una locura caminar con ese frío y pidió un uber. Mientras esperábamos lo besé para saber si estábamos entendiendo lo mismo ... y resultó que sí. "No tengo condones" dije, "no importa, yo siempre tengo" dijo él, y así cerramos el trato de sexo casual.
Banda sonora ad hoc
Banda sonora ad hoc
Con tres botellas de vino en el cuerpo ambos estábamos medio ebrios y eso nos relajó aunque volviera nuestros movimientos más torpes y lentos. Nos desvestimos sin ansiedad y nos metimos a la cama bajo los cobertores. Era una de las noches más frías del invierno y se hacía notar.
Nos besamos, mordimos y tocamos. Me miró con una especie de ternura y sorpresa cuando lo voltee en la cama para conocer de cerca su miembro entusiasta (y circuncidado, gracias dios). Medio ebria como estaba le pregunté si quería probar otras cosas no tan habituales. Me pidió tiempo para recuperarse mientras seguía tocándome con delicadeza y repitiendo su palabra favorita "rico".
En algún momento de la noche, luego de alguno de mis ruidosos orgasmos, trajo a la cama el mazo de tarot. Y resultó que era verdad, llevaba varios años de estudio riguroso de su lectura. Hablamos de esoterismo y de psicología, él estaba interesado en el enfoque terapéutico gestáltico... y el universo es extraño, pues, a pesar de que yo lo había olvidado durante 20 años, la gestalt fue un descubrimiento clave en mis días preuniversitarios, marcando mis decisiones y búsquedas de la juventud.
Así, uno de los momentos más eróticos de mi vida sucedió. Yo desnuda en su cama comencé a barajar y a sacar las tres cartas que él me pidió que eligiera. Y desnudo él, con una mano sosteniendo las cartas y la otra acariciando mis pechos, mi vientre y mi sexo, me empezó a hablar pausadamente de mí misma como si me conociera, mientras yo lo miraba absorta e incrédula escuchando (y sintiendo) algunas verdades del presente, el único tiempo que existe y que de verdad importa.
"Eres la mujer más caliente con la que me he acostado" sentenció cuando me acerqué a darle el último beso ya vestida. Reí a carcajadas acotando "no sé si esto es un piropo o un insulto" y lo dejé tapado bajo los cobertores blancos de su cama mientras taconeaba a la fría mañana.
Le escribí durante la tarde de ese día, me respondió al rato que quería verme antes que dejara la ciudad. "Por supuesto" dije "avísame cuando tengas tiempo" eso fue el viernes. El lunes siguiente me invitó a cenar, "estoy con la regla" expliqué "no tendré sexo hoy"... Y yo sé que puede sonar anticuado o conservador, pero qué les puedo decir, no tiro con la regla ni con el marido, menos con un chico Tinder que vengo recién conociendo.
"No importa, acompáñame a comer, muero de hambre" dijo Francisco y acepté. Me esperó en la esquina de un parquecito y fuimos a dar a un restaurante de comida española. Esa noche conversamos de todo y un poco más. El pasado, el futuro, psicología, historia, hijos, sueños, trabajo, viajes, etc. Francisco no me había invitado con la velada intención de llevarme a su cama, la propuesta de cenar era para conversar. Sin intentos de conquistar al otro, sin aspavientos de seducción innecesaria, pero sin negar la noche de sexo que ya había ocurrido. Me sentí cómoda y motivada con una conversa que a veces era un monólogo (ya saben cómo me gusta hablar) pero que Francisco siguió con interés, preguntas y opiniones que iban sumando al mutuo conocimiento.
"Me voy de viaje pero vuelvo el jueves, ¿podemos vernos entonces?" preguntó. "¿Para tener sexo?" pregunté. Asintió con la cabeza. "Bueno" le dije, y nos despedimos.
Al día siguiente caminando por una galería vi una tienda de lencería con tallas grandes... jueves con Francisco, pensé. Al rato le mandé un mensaje "te compré un regalo, en realidad es para mí, pero tu me lo vas a sacar". Adiviné la sonrisa al otro lado del Whatsapp. Muy bien, el chico entiende el juego, puede que funcione.
Me confesó que su vida necesitaba pasión. "Que loco que nos hayamos encontrado entonces querido, yo soy puro fuego y pasión", asintió conforme señalando "nada es casual"
No sé si logro a explicar del todo esto, pero superar el enorme pudor de mi cuerpo y meterme en medias y portaligas era algo difícil para mí. Jugar a ser sexy y sensual, llevarlo a la práctica con la luz prendida, aceptar mis imperfecciones y seducir a pesar de todo es, sin duda, parte del viaje de aceptación en el que me encuentro.
Debo contarles que Francisco estuvo a la altura. Tocaba mis piernas con las medias nuevas mientras tomábamos la única botella de vino de nuestro segundo encuentro sexual. Me sonreía divertido hablando de las posibilidades futuras de este arreglo libre y sin compromisos, pero afortunado entre él y yo. Posibilidades que para él también tenían un significado de viaje personal: me confesó que su vida necesitaba pasión. "Que loco que nos hayamos encontrado entonces querido, yo soy puro fuego y pasión", él asintió conforme señalando "nada es casual".
"¿Vamos a hacernos un cariño?" me dijo al acabarse el vino. Me tomó de la mano y me llevó a su cuarto comentando que quería mirar de cerca esta lencería que mi vestido ocultaba. "Deberías ponerte esto sin calzones" recomendó mientras me sacaba el portaligas. Me desnudé salvo las medias que Francisco tocaba mientras me besaba la boca y los pechos. Seguimos hasta las siete de la mañana del día siguiente. Probamos diversas posiciones, ritmos y momentos. Dormíamos un poco y comenzábamos otra vez. Él era callado y yo ruidosa, él flaco y yo gordita, él con mejor estado físico y yo con más experiencia, él pelado y yo con una cabellera frondosa, larga y brillante. "Eres una mujer atractiva", me dijo. Le creí.
Por la mañana me ofreció café antes de irme. Conversamos otro poco y estuvimos de acuerdo en lo positivo de las noches compartidas. Rico, repitió, y yo asentí. Al despedirnos quedamos de vernos cuando volviéramos a coincidir en la misma ciudad. Me preguntó si podía enviarme un dildo como recuerdo del sexo con él, Obvio, respondí.
Estoy segura que el fetiche del pelado de barba que cumple este chico Tinder me estaba predestinado. El yin y el yang, serenidad y pasión. Un gran match, veremos si el tiempo indica que hay alguna página más por escribirse en este encuentro.
