¿Me convertí en aquello que juré destruir?

17.11.2019

El último mes ha sido durísimo emocionalmente.  La líbido se había ido no sé dónde y mas que saltos y malabares en cama ajena empecé a añorar un abrazo durante la noche, besitos tiernos al despertar, un susurro que dijera "todo va a estar bien". Sí señoras, echo de menos un marido y empecé a dar algunos palos de ciego. Pero bueno, poner las cosas en su sitio y crecer a pesar de todo siempre es el objetivo. Ah bueno, refugiarse en Tinder también es una opción. 

Necesidad de vinculación emocional: ¿cómo buscarla en este mundo donde el neoliberalismo se metió hasta en nuestras camas?

Cerré Tinder porque estaba cansada y necesitaba concentrarme en otras cosas.  Verán, Tinder toma tiempo.  Hay que iniciar la misma aburrida conversación en espera que el señor con quién acabas de hacer match tenga algunas neuronas, algo de química y evaluar si de ahí podría potencialmente surgir algo. Me quedé con los conocidos, pero los buenos están en Santiago así que la palabra celibato empezó a rondar mi cabeza.

El último mes de estallido social me tiene con el alma en un hilo.  Al movimiento profundo de la memoria, el miedo, la angustia y la incertidumbre se le agregan sentimientos de esperanza, rabia, alegría y expectativa.  Todo junto sin tiempo de masticarlo. Ganas de desnudarme ante un desconocido: cero.

Y es que me siento especialmente vulnerable estos días.  Entonces dejo de computarme la señora gordita y sexy de meses anteriores y me aflora la soledad, la necesidad de contención emocional, las ganas de que me quieran bien, que me acojan y cuiden. Tinder no es un buen lugar para eso.

En ese contexto las ganas de estar en pareja nuevamente, compartir la carga, tener un hombro para cuando ya no se pueden guardar las lágrimas de tanto espanto: señoras, estaba necesitando y mi ex marido muy lejos y muy ex marido y con tanta agua que ha pasado bajo el puente que no era una opción.  ¿Qué se hace entonces con esa necesidad de ser abrazada fuerte, consolada y querida desde la complicidad y la ternura? y es que el sistema nos ha convencido que tenemos que depender solo de nuestras capacidades, que la soledad es parte de la vida, que necesitar es fracasar.

Resulta que desde hace un tiempo Luciano y yo habíamos retomado contacto.  Desde el acuerdo de la amistad, hay que decirlo, él me dejó claro que no busca una relación casual y menos una de compromiso.  "Honestamente no sé lo que quiero" señaló.  Yo pensé que se podría desconfundir con el tiempo, qué equivocada estaba.

Luciano es recurrente, si no se acuerdan de la historia pueden leer Imposible que no pasara: cuando me enganché al chico tinder. Citas con hombres estúpidos: cuando los filtros fallan. Hasta que me dijeron putaEl ego de los necesitados


Luciano es un tipo genial. Geek, ñoño y obsesivo, se apasiona por lo que hace y vive desde una perspectiva de Peter Pan eterno, pero sin joderle la vida a nadie.  Responsable y entusiasta, coincidimos en el gusto por los vinos, la lectura, la ciencia ficción, la política y los gustos burgueses.  El chico es tierno y buena gente y me hace sentir de 17 años, una maravillosa sensación. Qué diablos, pensé, y Luciano entró a mi casa, conoció a mi familia (hija incluida) y retomamos la relación desde la amistad, pero matizada desde mi deseo de contacto físico (el chico me gusta ¿qué puedo hacer?) y su resistencia (algunos días sí, otros no, dependiendo del nivel de alcohol de la noche)  con un discurso contradictorio que iba desde "no quiero tener nada con nadie" hasta "tú me haces ruido porque coartas mi libertad".  "¿Qué libertad?" dije yo, y él respondió "conocer a alguien más".

Ahí me quedé de una pieza "tienes absoluta libertad de salir con otras mujeres Luciano, eso es asunto tuyo" le dije. Se lo dije con honestidad ¿qué le puedo pedir a este chico si nos conocemos hace nueve meses y yo he saltado de una cama a otra sin que él chistara en ningún momento? 

"No soy así" me dijo, y yo me quedé pensando, pensando mucho porque me gusta y quería con el corazón que él fuera el señor Tinder con quien he soñado tener esa relación casual, pero estable, que al inicio buscaba.

Pero me había ido embrollando en una situación compleja.  No sólo hablamos a diario (con insistencia mía) sino que lo había metido en mi casa, presentado a la familia e ido involucrando en mi historia. Él me lo dijo, lo estaba presionando. 

En ese momento me vi con perspectiva: me había convertido en esa mujer jodida y necesitada que anda rogando por un poco de afecto y atención. "El chico no quiere nada conmigo" pensé, y nuevos pensamientos invasivos y crueles empezaron a rondar por mi cabeza: no soy suficiente, no soy guapa, no soy buena para él, no soy.

Reconocer que una necesita, que no es autosuficiente porque en esta vida no andamos solos, y que una requiere: afecto, contención, compañía es difícil.  Pero asumirlo y aceptarlo no basta para hacerlo realidad. Y no es sencillo, porque hay que reflexionar desde muchas aristas y deconstruir la idea de amor romántico, pero también las que ensalzan la individualidad como único norte posible.  Todo es muy complejo, tengo claridad de que un hombre no me define pero, además, debo luchar con vehemencia contra esos pensamientos intrusivos y acordarme que esta gordita no sólo es sexy y muy buena en la cama, sino más inteligente que la media, educada, culta, talentosa.  Acordarme que canto lindo, que tengo mundo, que ademas soy cariñosa y atenta (a pesar de un mal genio que cada vez controlo mejor) y que todo eso es para mí, no para el señor de turno, no para hacerme buena ante nadie. Para mí y para compartir, cuando valga la pena, con la gente que me rodea, porque el mundo no se hace sola, señoras, porque se construye de a varios y reconstruirse luego del incendio del amor romántico no es fácil y tiene sus vericuetos.

Una metáfora de la vida misma, porque somos universos andantes. Así que decidí dejar de ser un dedo con Luciano y no insistir.  Que averigüe lo que busca y que le vaya bien. No lo cancelo porque me gusta tenerlo en la vida, lo valoro por el ser humano que es y no por lo funcional que pueda ser a mis necesidades carnales o de afecto.  Si cambia de opinión veremos si aún estoy disponible... pero por ahora, a no ser ruido en la vida de nadie, que yo soy música y no ruido, placer y no culpa, disfrute y no sufrimiento.

Así que anoche volví a abrir Tinder.  A pesar de la ausencia seguimos con 180 matches.  Empecé a deslizar y un moreno de ojos verdes hermoso me invitó a su depa.  No fui, pero me alegró la noche (aunque era un cursi de aquellos) y seguí deslizando y hablando tonterías para distraerme.  Entonces lo encontré: Luciano en Tinder nuevamente.  No me sentí tonta ni traicionada ¿saben? el chico tiene derecho a vivir la vida y eso esta muy bien. Obviamente no lo quiere hacer conmigo, y la constatación de eso que él no me dijo, pero que ahora yo sé me hace entender mucho y me ayuda a ponerme en mi lugar.

Así que tomé mi compu y compré pasajes a Santiago.  Luego escribí un rápido mensaje de whatsapp a Francisco "sí querido, paso este finde contigo". Así me iré a refugiar en la cama de cobertores blancos de mi pelado de barba favorito (por si no se acuerdan de Francisco: Pelado de barba: fetiche cumplido!!).  Luego mandé un segundo mensaje "estaré en Santiago este finde Nolasco" (la historia de este sommelier de familia ABC1 y que opina que tirar conmigo es delicioso aun no la cuento, pero ya vendrá) el mensaje de regreso para cuadrar día y hora no se hizo esperar.  Estoy pensando si el desaire merece un tercer mensaje de whatsapp, con mi chico swinger, o con el que canta Silvio, o con el diseñador-músico-genio con que pasé mi última estadía en Santiago.  

Autocuidado le decimos. De paso pretendo ir a dejar unas velitas a la plaza de la Dignidad y conocer en persona a Pareman, Nalcaman o alguno de nuestros nuevos próceres. Ya les cuento cómo me fue.


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